"Gracias a sus poderes muchas veces la gastronomía se hizo cine. Mística y moralista. Erótica y suntuosa. Cruel y vejatoria. Humorística y testimonial. Simbólica y reveladora. La óptica de la cámara narró la sutil fascinación de la hora del té, los deseos eternos de la gula, el romanticismo de una cena de enamorados, la culpabilidad del acto de comer, la precariedad de la mesa de los humildes y los desesperados, en resumen los milagros y miserias de un arte y un saber tan antiguos como la civilización humana. Cocina, comida y festines operan como ideas centrales o refractarias de situaciones varias e inclusive generan emotividad o los aconteceres de una trama". (Belluscio, M. 1997)
El cine permite al espectador poseer una imagen directa de la experiencia del alimento en la
escena narrativa. La comida y todos sus rituales implican para las narrativas audiovisuales una
forma de narración en la medida en que generan un sistema de representaciones muy diverso
que analizaremos a continuación.
Damos paso así a un recorrido de sabores y sensaciones donde la memoria, el deseo y todas las
pasiones humanas, se reúnen en la misma mesa para definir, a partir de los sabores y olores de la
comida y la cocina, el sentido del acto de comer como núcleo del cine.
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